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lunes, 25 de marzo de 2013

diferenciacion del dialectal



Lecturas adicionales
Lectura adicional
El español de las dos orillas
Manuel Alvar, estudioso de la lengua de América y España, refiere en la primera parte de esta obra los “Motivos históricos” de las palabras castilla, español, castellano, ladino o romance, nombres con los cuales la comunidad de hispanohablantes designa a la lengua que los une. El ensayo “Español de dos mundos”, del que hemos extraído un fragmento, fue incluido en las Actas del II Congreso Internacional del Español de América celebrado en Valladolid en 1989.

 


Los primeros grupos de colonizadores, al provenir de distintas regiones de España, habrían tratado de evitar los localismos, y habrían tendido a la homogeneización en pos de la intercomprensión. Este proceso, llamado koinización (del griego koiné, ‘común’), se habría producido durante el siglo XVI, es decir, cuando esta población heterogénea —tanto desde el punto de vista geográfico como sociocultural— comenzó a asentarse, especialmente en la zona del Caribe y de las Antillas, para, desde aquí, extenderse hacia Sudamérica. No obstante esta lengua común, se afirma que hubo cierta modificación del español por influjo de las lenguas indígenas. Según esta teoría, llamada del substrato, se sostiene que una lengua dominada (en este caso las lenguas indígenas) afecta léxica, fonológica o morfosintácticamente a la lengua dominadora (el español).
Evidentemente, es en el plano léxico donde se aprecian los mayores aportes de las lenguas vernáculas; por ejemplo, en lo referente a la flora (maíz, maní, papaya, tabaco, tomate, chocolate, mandioca, coco...), a la fauna (cóndor, tiburón, mapache, guanaco, puma, tucán, chinchilla...) y al ámbito indígena (canoa, piragua, carpa, cayo, huracán, cigarro...). Además, en las distintas regiones se usan diferentes voces para las mismas cosas según las lenguas indígenas habladas en cada territorio: ají (taíno), chile (náhuatl); porotos, ‘verdes’ (quechua), ejotes (náhuatl); choclo (quechua), elote (náhuatl); palpa (quechua), aguacate (náhuatl); cacahuete (náhuatl), maní (taíno)...
Por otra parte, en algunas ocasiones el conquistador español se negó a aceptar el indigenismo y llamó con voces hispánicas a plantas y animales propios de América, aun sin que realmente correspondiese a la especie; así, es posible observar cosas como lagarto ‘caimán’, tigre ‘jaguar’, león ‘puma’, pavo ‘guajolote’. Pero, aparte de lo anterior, se deben mencionar los llamados americanismos semánticos, es decir, palabras que en América aluden a otros significados que en Europa y, en el caso de la flora y fauna, utilizadas para denominar objetos semejantes a los conocidos en el Viejo Mundo, como en ‘zorra’ (Canis vulpes en Europa y Canis azarae en América), o en ‘roble’ (Quercus robur en Europa y Fagus obliqua en América). Sin embargo, estos americanismos semánticos aparecen de manera permanente, puesto que, aunque muchas veces en América se conocen términos hispánicos, se prefieren otros no usados, o menos usados, en España con el significado americano, como en el caso de reja/verja, cardenal/geranio, jugo/zumo, durazno/melocotón, alcancía/hucha, cepillo.
Las lenguas aborígenes también contribuyeron, en cierto grado, a la formación de las diferentes zonas dialectales en Hispanoamérica, pero además se pueden considerar otros factores, tales como la distribución de los colonizadores en las distintas regiones de América, ya que en una primera época se asentaron en la zona del Caribe, luego en México y, posteriormente, en Sudamérica; la época de la conquista (temprana o tardía), características de la conquista (pacífica o belicosa), diferencias culturales y de rango de los conquistadores (lo cual explicaría las diferencias, por ejemplo, entre Perú o México en relación con Chile o Argentina), ya que, de hecho, fueron los virreinatos de México (Nueva España) y Perú los que atrajeron a los grupos con mayor cultura, mientras que otras regiones, como Chile, sólo eran consideradas como meros rincones del imperio a los cuales llegaban, sobre todo, emigrantes sencillos con habla eminentemente popular.